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No hay nada nuevo que podamos decir de las míticas Vespa. Pero lo que sí podemos hacer es deleitarnos con el proceso de restauración de una unidad de 1962 que después de todo el trabajo luce como nueva.
La Vespa marcó un antes y un después en la movilidad personal. Abrió las puertas a que, de una manera económica, la gente con menos poder adquisitivo tuviera libertad que otorga tener un vehículo propio. Eso hizo que en toda Europa, una Europa que se recuperaba de las cicatrices de la Segunda Guerra Mundial, proliferase y especialmente lo hizo en Italia, en Francia y, en menor medida, en España.
Gracias a ello ha habido muchas Vespa durante muchos años en la carretera, pero a pesar de que es una máquina casi indestructible, contar con 60 años o más a la espalda le pesaba, y la verdad es los modelos más veteranos ya son piezas de coleccionista. Es otra manera de disfrutar de esta moto y además, lo más interesante para muchos es poder devolverlas a la vida, restaurarlas. Eso es, precisamente, lo que podemos ver en el vídeo que acompaña al artículo.
Dentro de una furgoneta de la misma época, aparece una Vespa de 1962 a la que el paso del tiempo le ha hecho daño. Afortunadamente, el hecho de estar en el interior del otro vehículo ha contenido en parte la corrosión, pero los daños son muchos y evidentes. Quizás son tantos daños que más de uno la hubiera dado por perdida.
Sin embargo y por suerte para esta “Vespita” los coprotagonistas del vídeo (que la protagonista es ella) se ponen manos a la obra. Como si de una pieza arqueológica se tratase, comienza el meticuloso desensamblaje. Es entonces cuando podemos ver en detalle el deterioro real de la moto y ya podemos imaginar el atroz trabajo que llevará ponerla en marcha de nuevo. Después comienza la restauración que arranca con el decapado de la chapa para ir reparándola posteriormente.
También hay tiempo para trabajar con el motor, que tras desmontarlo se limpia, se revisa y se pinta de nuevo (aquellas partes que lo requieren) para volverlo a montar. Más tarde le llega el turno a las llantas, los embellecedores… todas y cada una de las piezas van pasando por el banco de trabajo. Por último, con todo ya restaurado llega el momento del montaje y es entonces cuando podemos disfrutar de los frutos de un árduo trabajo que ha convertido poco más que una masa de hierro oxidado en una auténtica joya de la que seguir disfrutando.