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En el desarrollo del proyecto se han invertido 894 millones de pesos, financiados por Colciencias y las cuatro instituciones vinculadas.
El proyecto busca beneficiar a personas con dificultades de movilidad que viven en zonas rurales.
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Mientras perseguía a un grupo de guerrilleros del desaparecido frente 5 de las Farc, el suboficial William Loaiza quedó atrapado en un campo minado. Aquel día, junto a sus compañeros, Loaiza se había adentrado en las profundidades del Nudo de Paramillo, entre los límites de Chigorodó y Mutatá, cuando una fuerte explosión lo sacudió y cambió su vida por completo.
Aunque sobrevivió, luego de varios meses de luchar contra la muerte los médicos debieron amputarle las dos piernas. Desde aquel suceso, el suboficial Loaiza comenzó a formar parte de las 11.775 víctimas de minas antipersona registradas en el país, así como de las 413.269 que tienen algún tipo de discapacidad motriz, según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). Pese a que Loaiza es un requirente para usar prótesis, prefirió desplazarse en una silla de ruedas. Y aunque esta le resultaba cómoda y ágil, descubrió que moverse con ella por la ciudad estaba lejos de ser fácil. “En la vida cotidiana uno ve muchísimos inconvenientes para moverse en la calle. Hay muchas partes donde el pavimento está dañado, lo que hace que la silla se atranque. Además, en otras partes ni siquiera existen rampas”, explica. Recuerda que un día, mientras se rehabilitaba en la Compañía de Sanidad de la Cuarta Brigada del Ejército, uno de los médicos que lo atendía le mencionó la existencia de un proyecto en el que las universidades de Antioquia, Pontificia Bolivariana (UPB), Medellín, en alianza con el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), estaban desarrollando una novedosa silla de ruedas y necesitaban de voluntarios para su investigación.
El prototipo de la foto está hecho en aluminio, puesto que, el de aleación de magnesio se está a penas fabricando.
De esta manera, Loaiza entró a formar parte del innovador proyecto que se propone cambiar las condiciones de vida de personas con problemas de movilidad en el país. Félix Echeverría, miembro del Centro de Investigación, Innovación y Desarrollo de Materiales de la Universidad de Antioquia (Cidemat), cuenta que la idea nació en el 2016 cuando un equipo académico unió fuerzas para desarrollar una silla de ruedas todoterreno, ultraligera y de bajo costo. “El razonamiento que tuvimos fue que si una persona en situación de discapacidad que vive en Medellín tiene dificultades para acceder al transporte público, para entrar a un edificio, para desplazarse, ¿qué pasará en una población de menor tamaño? Eso nos impulsó a pensar en qué podíamos hacer para mejorarles las condiciones a estas personas”, dice Esteban Correa, investigador de la Universidad de Medellín. Esta razón fue la que impulsó a 17 profesores y estudiantes de esas universidades a formular una propuesta a Colciencias. Paula Chacón, docente de la Facultad de Diseño Industrial de la UPB, que lidera el diseño de la silla, explica que el aparato tiene tres grandes diferencias con las sillas convencionales: los puntos de apoyo, el impulso y el uso de aleaciones de magnesio para su estructura. Según explica la experta, una silla convencional, por lo general, tiene cuatro ruedas: dos traseras, que son las más grandes, y dos delanteras. Esas ruedas delanteras son las que determinan que tan estable es el vehículo al momento de encontrase con un obstáculo. En la silla todoterreno se emplean tres ruedas en lugar de cuatro, lo que hace que la estructura sea más estable. En segundo lugar, dice la investigadora, el equipo modificó el tamaño de la tercera rueda delantera, construyéndola con 12 pulgadas de diámetro (casi el doble de una convencional). De esta forma el vehículo podrá sobrepasar obstáculos más grandes, como una roca, un desnivel o incluso las raíces de un árbol.
Uno de los objetivos del proyecto es dejar planteado un esquema de producción para que en el futuro cualquier persona o empresa que quiera fabricar la silla puedan tener el conocimiento para hacerlo.
Chachón añade que otra diferencia está en el mecanismo que impulsa el aparato, que reemplaza los aros de las sillas convencionales por unas palancas conectadas a los ejes de las ruedas. Un desarrollo que le permite al usuario desplazarse con menor esfuerzo sobre los terrenos difíciles. La última diferencia, agrega el profesor Echeverría, está en el uso del magnesio. Se trata de un metal abundante en el país, muy poco aprovechado por la industria y que tiene unas propiedades únicas para disminuir el peso de la estructura y permite que las vibraciones generadas en el desplazamiento sean absorbidas. El académico detalla que el magnesio es menos denso que el aluminio y el titanio, lo que significa que las cosas que se fabrican con este tienen una resistencia alta pero un peso mucho menor. Además, dado que es un metal muy abundante, contribuirá a que el costo de fabricación sea bajo. “Sillas como la que nosotros estamos haciendo ya existen en el mundo, pero la accesibilidad que tienen en Colombia es prácticamente nula. Por eso nos propusimos que si íbamos a generar innovación tecnológica, mejor uníamos los esfuerzos de todas estas instituciones para cumplir el sueño de impactar de forma positiva la calidad de vida de muchas personas”, agrega Andrés Valencia Escobar, director de la Facultad de Diseño Industrial de la UPB y miembro del equipo investigador.
Para el proyecto se unieron cuatro centros académicos con el fin de facilitar la movilidad a víctimas del conflicto y habitantes de zonas rurales.
Valencia agrega que uno de los objetivos del proyecto es dejar planteado un esquema de producción para que en el futuro cualquier persona o empresa que quiera fabricar la silla puedan tener el conocimiento para hacerlo. Después de más de dos años de trabajos, los investigadores ya han probado varios prototipos del vehículo y esperan que para inicios de 2020, el construido con una aleación de magnesio, esté listo para probarse. Aunque aún falta mucho trabajo para culminar el proyecto y después de invertir 894 millones de pesos, financiados por Colciencias y las cuatro instituciones vinculadas, los académicos sueñan con que el conocimiento que ellos están construyendo llegue a todos los rincones del país y cualquiera pueda usarlo sin pagar un peso. “En la silla de ruedas queremos generar un impacto social en una comunidad que esté necesitada de este tipo de desarrollo. Hay una industria local de elementos médicos que esperamos se interesen en el producto y también podrían aprovechar la idea”, dice el profesor Echeverría.
Jacobo Betancur Peláez Para EL TIEMPO MEDELLÍN@JacoboBetancur
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