National Geographic

2023-03-08 16:01:36 By : Mr. Bruce Li

Un técnico extrae sangre en una máquina de aféresis que separa el plasma de la sangre.

Desde que en marzo de 2020 experimentó por primera vez los síntomas característicos de la COVID-19, como fiebre, dificultad para respirar y dolor muscular, Miriam, de 39 años, no ha dejado de sufrir. En 2021, su salud empeoró drásticamente; volvieron sus problemas respiratorios, le costaba caminar, experimentaba malestar postesfuerzo, a veces tenía problemas gastrointestinales y empezó a tartamudear.

Su familia sospechaba que Miriam padecía COVID desde hacía tiempo, y el médico que la trataba en su ciudad natal, Zúrich (Suiza), calificó el caso de "demasiado complejo" para seguir tratándola. Miriam, que pidió que no se utilizara su apellido debido al estigma que rodea al COVID larga, tuvo que buscar otro médico. Pero ir de experto en experto y esperar meses para las citas mientras su estado se deterioraba era insoportable.

"Así que empecé a buscar alternativas", dice Miriam. "Estaba un poco desesperada".

Fue entonces cuando conoció un procedimiento médico similar a la diálisis llamado aféresis extracorpórea de LDL mediada por heparina (H.E.L.P., por sus siglas en inglés, que también significa 'ayuda') que básicamente "limpia" la sangre. Su padre había visto un largo documental sobre COVID en el que un médico del Reino Unido que había desarrollado COVID prolongada viajaba a una clínica de Mülheim (Alemania) para someterse a aféresis.

Tras varias sesiones, el médico británico pasó de estar postrado en una silla de ruedas a volver a caminar. Beate Jaeger, internista que dirige la clínica, había sugerido en el mismo documental que la aféresis H.E.L.P. podría funcionar eliminando pequeños coágulos sanguíneos en pequeños vasos sospechosos de causar los síntomas persistentes de la COVID, junto con otros elementos inductores de la enfermedad. Sin embargo, Jaeger y otros clínicos no han publicado ningún dato que demuestre que este tratamiento es eficaz y en qué medida.

"Tienen la hipótesis de que este proceso va a influir en la enfermedad", afirma Jeffery Winters, experto en aféresis de la Clínica Mayo de Rochester (Minnesota). "Puede que tengan razón, puede que sea un gran tratamiento, pero lo que me frustra como profesional es que no tenemos ninguna prueba cuantificable de que esté alterando el resultado de la enfermedad".

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La aféresis es un procedimiento médico que consiste en extraer sangre, extraer los componentes desencadenantes de la enfermedad, como células anormales o proteínas ricas en colesterol, y devolver esta sangre "filtrada" al paciente. En algunos casos, los elementos extraídos se sustituyen por otros sanos procedentes de un donante de sangre.

En 1996, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA) aprobó la aféresis H.E.L.P. para tratar a pacientes con trastornos cardiovasculares que, por razones genéticas, tienen niveles muy altos de LDL o colesterol "malo" o que no toleran o no responden a los fármacos reductores del colesterol.

El primer paso consiste en separar el componente líquido de color pajizo de la sangre (el plasma) de las células. A continuación, se eliminan del plasma las proteínas que obstruyen las arterias mediante un anticoagulante llamado heparina y se devuelven al paciente el plasma y las células sanguíneas limpias.

Un solo procedimiento de aféresis (comúnmente combinado con medicamentos para el colesterol alto) puede reducir la cantidad de colesterol malo entre un 50% y un 80%. Pero la cantidad suele volver a los niveles previos al tratamiento, y el proceso debe repetirse semanalmente o cada dos semanas.

En un estudio japonés de seis años de duración se observó una reducción del 58% del colesterol malo en 43 pacientes con un trastorno de colesterol alto tratados con aféresis y medicación, frente a una disminución del 28% en 87 pacientes que sólo tomaron medicamentos. Algunos estudios de aféresis también han documentado una reducción de la proteína C reactiva y la interlucina-6, que en niveles elevados indican inflamación, y del fibrinógeno, una proteína clave de la coagulación sanguínea vinculada a un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular cuando está presente en niveles altos.

Pero estos estudios suelen ser pequeños y no se han realizado muchos ensayos clínicos aleatorizados, que son la regla de oro para evaluar la eficacia de una intervención. "El problema es que muchas de las enfermedades que tratamos [con aféresis] son extremadamente raras", afirma Winters. "No podemos conseguir suficientes pacientes para entrar en un ensayo clínico aleatorizado".

Además, algunos pacientes experimentan efectos secundarios como fatiga, náuseas, vómitos, hipotensión arterial y dolor torácico causado por la reducción del flujo sanguíneo al corazón. El uso de anticoagulantes también aumenta los riesgos de hemorragia si alguien se hace moratones. Otro reto es que cada sesión de aféresis puede durar de dos a cuatro horas y costar unos cuantos miles de dólares, aunque la mayoría de las aseguradoras sanitarias de Estados Unidos cubren el gasto en caso de uso autorizado. En España, la Seguridad Social cubre tratamientos de aféresis para patologías concretas.

"En las dos últimas décadas, muchos profesionales de la aféresis han presionado para que se practique una medicina basada en la evidencia", afirma Winters, "lo que significa que queremos conocer a fondo las razones por las que realizamos el tratamiento".

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Jaeger lleva casi tres décadas utilizando la aféresis para tratar ciertas afecciones cardiovasculares potencialmente mortales. En un artículo publicado en Frontiers in Cardiovascular Medicine, Jaeger y sus colegas escriben que los pacientes con COVID larga también podrían beneficiarse de los tratamientos de aféresis H.E.L.P.. Esta sugerencia se basa en la hipótesis de que los niveles elevados de proteínas inflamatorias y las partículas víricas persistentes del SARS-CoV-2 podrían causar daños tisulares en el organismo, dando lugar a inflamaciones o desencadenando el ataque del sistema inmunitario a las células sanas del organismo o formando coágulos diminutos en los vasos sanguíneos pequeños, dificultando el suministro de oxígeno.

Jaeger y su equipo sostienen que la aféresis tiene el potencial de eliminar partículas persistentes de la proteína de la espiga del SARS-CoV-2, así como cantidades sustanciales de fibrinógeno, uno de los componentes clave de los microcoágulos observados en pacientes con COVID de larga evolución. También sostienen que el procedimiento podría eliminar moléculas implicadas en la inflamación posterior a la COVID o aquellas que se dirigen a las células sanas del paciente.

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Desde 2021, el equipo de Jaeger ha trabajado con más de 1000 pacientes de COVID prolongada (con unos 50 000 actualmente en lista de espera), en los que cada individuo, por término medio, se ha sometido a entre cuatro y cinco sesiones de aféresis, afirma. Otras clínicas de Alemania, Suiza y Chipre también utilizan la aféresis para tratar a pacientes con COVID prolongada. Dependiendo del estado de cada paciente, también utilizan anticoagulantes y antiagregantes plaquetarios en combinación con la aféresis, así como antihistamínicos o antivirales, que podrían aliviar los síntomas de la COVID larga.

En febrero de 2022, Miriam acudió a la clínica de Mülheim, y su análisis de sangre reveló la presencia de microcoágulos acompañados de plaquetas pegajosas, una característica distintiva de la COVID-19 que desencadena una coagulación excesiva. En los meses siguientes, se sometió a 20 sesiones de aféresis en Alemania y posteriormente en Suiza, y gastó el equivalente a más de 35 000 euros. "Estaba muy asustada", dice Miriam, "pero no sabía qué más hacer".

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A pesar de la falta de ensayos clínicos o de datos revisados por expertos que respalden el uso de la aféresis H.E.L.P. para la COVID larga, muchos pacientes, desesperados por encontrar alivio, están optando por la aféresis. En la clínica de Mülheim, Jaeger y su equipo miden la viscosidad de la sangre del paciente, registran los niveles de oxígeno y fibrinógeno, buscan microcoágulos y evalúan otros factores antes de iniciar la aféresis.

Cada pocas sesiones, Jaeger vuelve a examinar estos marcadores y busca mejoras en los síntomas clínicos del paciente. Pero la COVID prolongada no es una sola enfermedad y los científicos aún están averiguando los biomarcadores asociados a esta afección polifacética, explica el experto en aféresis Patrick Moriarty, del Centro Médico de la Universidad de Kansas (Estados Unidos).

Aunque Jaeger no ha publicado ningún informe de casos ni estudios de más de un año de uso de la aféresis H.E.L.P. para tratar a pacientes con COVID prolongada, está trabajando con sus colaboradores para analizar los datos cada vez más numerosos. En algunos casos, ha observado un gran éxito después de sólo una, dos o tres sesiones de aféresis, y "hoy en día siguen estando sanos", afirma Jaeger. "Pero esto no es aplicable a todos los pacientes".

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Miriam, por ejemplo, cree que la aféresis le salvó la vida. Pasó de ser incapaz de levantarse de una silla sin ayuda o de prepararse la comida por sí misma, de tener temblores y tartamudear, de tener dificultades para hacer cálculos sencillos y para mantenerse en contacto con amigos y familiares, a hacer pequeños recados con su silla de ruedas eléctrica, escribir correos electrónicos o hablar por teléfono durante unos 30 minutos, y ya no tartamudea ni tiene temblores. Miriam sigue confinada en casa y en la cama y se agota al mínimo esfuerzo físico o mental, "pero su calidad de vida ya es mucho mejor que hace un año", afirma.

Su estado de salud se ha estabilizado y Miriam busca ahora otras terapias para mejorar sus síntomas o atacar la causa principal de la COVID, que aún no está clara. "Obviamente, no me gustaría seguir haciéndome aféresis, pero lo haré como mantenimiento", dice. "No es una cura".

Kate Stott, escocesa de 36 años, se sometió a cuatro sesiones de aféresis en Mülheim en noviembre de 2022. Dice que se sintió un poco más fuerte y alerta después del tratamiento, aunque una infección de pecho en enero la retrasó.

Para Oonagh Carr, de Dublín (Irlanda), dos sesiones en noviembre le ayudaron a funcionar un poco más en comparación con su actividad previa al tratamiento. "Sigo estando muy fatigada, experimento mareos y tengo malestar postesfuerzo", afirma esta mujer de 47 años. "No es una píldora mágica". Viajará a Mülheim para completar tres sesiones más este año.

Pamela Bishop, que vive en Tennessee (Estados Unidos) y se sometió a seis sesiones de aféresis en una clínica de Chipre en noviembre, dice que tiene más energía, pero sigue sintiendo náuseas, tiene problemas cognitivos, sufre dolores de cabeza y migrañas todos los días y padece el síndrome de taquicardia ortostática postural, una afección documentada en muchos pacientes de COVID de larga evolución conocida por alterar la respiración y provocar palpitaciones y mareos al ponerse de pie. Antes de la aféresis estaba casi siempre en cama. "Por ahora puedo levantarme e interactuar más con mi familia, puedo ayudar más a mis hijos", dice. "Pero soy muy consciente de que estos avances no se mantendrán".

Moriarty también utilizó una técnica de aféresis similar a la H.E.L.P. para tratar a tres pacientes con COVID larga en EE.UU. Una sola sesión pareció ayudar a un paciente con COVID larga, pero los otros dos individuos no se beneficiaron de dos rondas de aféresis.

"En este momento, es una apuesta arriesgada; nadie sabe por qué y cómo algunas personas mejoran y otras no obtienen ningún beneficio", afirma Bishop. Aunque la aféresis parece haber aliviado algo el sufrimiento de algunos, "forma parte del experimento colectivo que estamos probando con nosotros mismos."

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.