María Lombao no se rinde ante las adversidades. Esta lucense, que se mueve en silla de ruedas a causa de una parálisis cerebral con la que nació, lleva escribiendo toda la vida, pero ahora «por fin» ha conseguido lanzarse al mundo editorial con «Mi vida sobre ruedas», su primer libro autobiográfico, con el que pretende concienciar de la importancia de crear espacios accesibles para las personas con movilidad reducida y dejar atrás todos los prejuicios.
«Hay días buenos y días no tan buenos, pero lo importante es mantener la autoestima alta, a pesar de oír de todo», afirma María, que dice que lo más importante para mantener la cabeza en su sitio es apoyarse en su gente y hacer lo que más le gusta: escribir. «Poner lo que siento en el papel me ayuda muchísimo, es una terapia para mí», asegura, porque es una forma de «echar todo fuera».
En «Mi vida sobre ruedas», la lucense relata su experiencia desde el colegio hasta el ámbito laboral. «Desde que era una niña recibí malos comentarios, tanto de alumnos como de profesores, y eso te marca», declara María, que dice que las mayores barreras son las intangibles, las que no se pueden apreciar a simple vista.
El ámbito laboral, muy complicado
En el terreno laboral, la lucense también asegura que las personas con movilidad reducida lo tienen «muy complicado». Ella estudió un ciclo de gestión comercial y márketing, otra de sus grandes pasiones, pero asegura que tampoco lo tuvo nada fácil a la hora de hacer sus primeras prácticas.
«Me ponían muchísimos impedimentos por mi condición física, y de lo que no se dan cuenta es que puedes valer igual o incluso más que otra persona sin discapacidad», sostiene. «El empleo es una de las cosas que más nos preocupan a todos, y nosotros no somos una excepción, porque es imprescindible para poder ser autónomo», explica.
En cuanto a las barreras más tangibles, María asegura que Lugo ha mejorado bastante en accesibilidad, aunque todavía hay algunas zonas en las que «brilla por su ausencia», por eso aboga a que las autoridades se hagan eco de la situación y faciliten el tránsito a todas las personas con movilidad reducida.
Aunque ahora escribe desde su casa y cuenta con la ayuda de sus padres, lo cierto es que la lucense ha tenido que lidiar con las barreras arquitectónicas desde pequeña. «En el colegio luché mucho porque pusieran una rampa, al final lo conseguí, pero después de muchos años», asegura.
Ahora, su objetivo es llegar al mayor número de personas que estén pasando por su misma situación para lanzar un mensaje de esperanza. «Puede que suene facilón, pero es cierto que con ganas y esfuerzo, puedes seguir adelante. Quiero que la gente vea que hay luz más allá del túnel y que los malos momentos son transitorios», dice.
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